Dios no se siente intimidado por nuestras preguntas. La Biblia tampoco esconde los retos de vivir en un mundo en donde no todas las cosas son como parecen.
Tenemos el ejemplo de Job. La mentalidad de esa época era que a los buenos les tenía que ir bien y a los malos les tenía que ir mal. Por eso los amigos de Job pensaban que Job tuvo que haber hecho algo bien malo. Además, ellos no tenían el “behind the scenes” de los primeros capítulos. Así que Job, se defiende de la teología de sus amigos y defiende su integridad, diciendo algunas cosas correctas acerca de Dios (Job 9:4-10), otras veces llegando a conclusiones incorrectas acerca de Dios (Job 9:22-23 ), y con un sinnúmero de preguntas.
Pero Dios en su gracia y misericordia se revela con poder y autoridad y al final Job responde en humildad y arrepentimiento porque conoció algo mejor que las respuestas que tanto anhelaba, conoció a Dios mismo.
Esta semana he leído varias veces estos versos de 2 Timoteo 3:1-5
“Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, sin amor, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder…”
Llama la atención que esa lista de depravación comienza con “amadores de sí mismos”. Y eso confronta. No podemos amar nuestras preguntas, razonamientos, sabiduría, motivos o agendas más que a Dios mismo. La lista termina con los que “niegan el poder de la piedad”. La Biblia enseña en 2 Pedro 1:3-4 que TODO lo que hace falta para agradar a Dios nos ha sido dado, viene de arriba, y es posible gracias a la justicia de Cristo. Esos versos también dicen que ese poder de la piedad se experimenta conociendo verdaderamente a Alguien (a Aquel que nos llamó).
Así que podemos venir con nuestras preguntas. No tengamos miedo de ser honestos, de confesar que estamos en una lucha, de decir que no entendemos, de leer un versículo una y otra vez, de buscar el consejo sabio de pastores y maestros. Ven a la “pelea con Dios”, pero no vengas amándote a ti mismo. Ven dispuesto a decir “de oídas te había oído”. Ven sabiendo que vas a “perder” para realmente ganar y experimentar Su gran poder.
Becky Parrilla. All right reserved (August 2019)